La entrega de aplicaciones es indispensable en la era de la IA y la automatización. Los balanceadores de carga, las puertas de enlace API y las mallas de servicios se convierten en tu última línea de defensa cuando los sistemas autónomos actúan de forma imprevista.
A principios de esta semana, perdí el control de un controlador.
Concretamente, perdí el controlador Apex de mi sistema secundario. Este es el cerebro de automatización que gestiona parte de la infraestructura de mi acuario de arrecife, incluyendo dos bombas que suministran agua salada fresca al sistema principal durante los cambios de agua.
Configuramos estas bombas con valores de respaldo activados, una medida de seguridad estándar para casos de silencio del sistema. Cuando el controlador falló, se encendieron y siguieron funcionando. Sin control. Sin coordinación. Sin supervisión.
¿El resultado? Un desbordamiento casi completo del tanque principal y una Lori muy nerviosa intentando controlarlo. Y la lección de que la automatización sin límites no es inteligente. Es peligrosa.
Ese recordatorio está directamente relacionado con cómo estamos construyendo arquitecturas modernas de TI, especialmente a medida que la IA empieza a tomar el mando.
Lo que pasó en el tanque no fue culpa de un fallo ni de un problema de hardware. Las bombas actuaron exactamente según les indicaron. El problema fue que cuando el controlador falló, siguieron funcionando. No hubo interruptor automático. No hubo vigilancia externa. No contabas con una estrategia de respaldo eficaz.
Esto es precisamente lo que puede ocurrir en un sistema IT impulsado por IA.
Imagina que las actualizaciones de políticas generadas por IA se aplican directamente a la infraestructura activa. O decisiones de dirección del tráfico en tiempo real basadas en un modelo que está fallando sin que nadie lo note. O una cadena de implementación que sigue enviando cambios porque el controlador nunca ordenó detenerse.
En esos momentos, el silencio no expresa conformidad. Advierte de un peligro.
En la mayoría de las arquitecturas empresariales, contamos con balanceadores de carga, puertas de enlace API y mallas de servicios que funcionan como disyuntores. Vigilan la estabilidad, detectan latencias, aplican lógica de reintentos y aíslan sistemas defectuosos antes de que afecten al resto.
Eso no es solo higiene operativa; es la forma en que controlamos las fallas y mantenemos la confianza en los sistemas autónomos.
Cuando el plano de control falla, el balanceador de carga debe detener el tráfico, no dar por sentado que todo está bien.
Por supuesto, no todos los sistemas deben apagar en caso de fallo. En mi acuario de arrecife, las bombas de circulación del tanque de exhibición también están automatizadas, pero las configuro intencionadamente para que fallen encendidas.
Sin flujo, el oxígeno se reduce y los peces mueren.
Este es el detalle que marca la diferencia. Algunos sistemas deben continuar operando sin importar qué, como DNS, identidad y telemetría base. ¿Y la automatización de procesos, como la generación de políticas o las implementaciones escalonadas? Deben fallar en modo OFF si el controlador desaparece.
Ahí es donde los agentes de IA generan verdadera preocupación: no siempre saben cuándo se equivocan. Por eso, la arquitectura que los acompaña debe ser infalible.
Los resultados del Informe F5 sobre el Estado de la Estrategia de Aplicaciones 2025 confirman lo que ya constatamos en el terreno: La IA está pasando de la recomendación a la ejecución.
Eso nos revela algo crucial: entramos en la era de los agentes digitales autónomos, y las organizaciones avanzan sin detenerse. Lo hacen a toda velocidad.
¿Pero IA capaz de escribir o modificar configuraciones sin revisión humana? Es como dejar las bombas funcionando sin supervisión. Tarde o temprano, algo acabará inundándose o rompiéndose.
La IA no es una opción. Tampoco lo son los disyuntores.
Al incorporar más agentes inteligentes en nuestros sistemas—en los flujos de tráfico, motores de configuración y decisiones de política—debemos proporcionar a la infraestructura que los sostiene límites claros y automáticos.
Balanceadores de carga. Pasarelas. Verificaciones de estado. Lógica de reintentos. No son solo patrones; son directrices que garantizan una autonomía segura. Esta es una de las razones clave para crear el Application Delivery Top 10, para destacar la importancia de la entrega de aplicaciones en la operación y seguridad del patrimonio digital. Su relevancia crecerá aún más a medida que la automatización tome el control del negocio digital, desplazando a las operaciones manuales.
La automatización sin disciplina no garantiza resiliencia.
Es solo caos con una tarea programada.